sábado, 13 de abril de 2013

Minicuentos 52



De muertes, suicidios y otras artes de morir II                                                            



Día de morir
Sofía Acosta
Llueve. Con desesperación. Como si fuese una despedida. Tal vez sean lágrimas por nosotros. Hoy debemos morir.
Nuestra historia se remonta al primer paisaje que mirara el río. Nuestra historia de verdes y de pájaros, de flores y serpientes. Y sobre la tierra, nosotros. Como centinelas.
Las mujeres han pedido clemencia por nuestros pequeños.
—¡Son tan tiernos! ¿Qué valdrá sacrificarlos como a los otros? —han dicho.
Pero sus hombres tienen corazón de sangre. No habrá perdón.
Esta es nuestra última noche de vigilia. Sabremos del horror de las mutilaciones del desesperante ritmo de los golpes crueles.
La memoria es joven y los recuerdos viven. Hubo una primera vez y muchas otras para las catástrofes. Al cabo del tiempo despierta está la ambición del enemigo. Nos controla.
Soy el más viejo. El jefe. Ninguno iguala la arrogancia de mi porte. Moriré primero. Lo sé. Los míos me verán caer. Un agudo clamor lanzarán los pájaros. Yo en silencio.
No sé por qué la fatalidad de estas masacres. Ni siquiera nos odian. Pero siempre la muerte ha llegado con ellos. ¡Y hemos logrado ser amigos de serpientes y de topos! Y de las mariposas.
Otros emigran ante el peligro. Nosotros no. Penetramos la tierra para quedarnos hasta el fin. Nos han embriagado sus jugos. Somos, con ella, indisolublemente.
Nos arrojarán al río. Así lo hicieron antes. Hemos visto pasar a otros vencidos. No sé a dónde. Y no puede importarme.
Quizá no existan definitivas muertes. O, al menos, muchos seguirán viviendo; en otra isla, en otro rincón del mundo.
Hermanos: la lluvia ha cesado. Habrá sol. Cuando despunte, el brillo de las hachas ocultará el reflejo del rocío. Los leñadores vendrán sobre nosotros. Con furia terrible y fría. Y hasta alguno cantará. Pero no los pájaros.

Verídica: el tren de la muerte
Agencia France Presse

Manila, Islas Filipinas. Ene. 9. AFP. —Dos energúmenos —hermanos gemelos de 37 años— mataron a cuchilladas nada menos que a doce personas e hirieron a otras veinticinco, en pleno trayecto del Manila Express que circulaba a unos cincuenta kilómetros al sur de Manila.
Varias de las víctimas del “tren de la muerte”, entre las que figuraban mujeres y niños, fueron asesinados cuando dormían en sus compartimentos. Otras, presas de pánico, perecieron al arrojarse por las ventanillas del convoy que marchaba a gran velocidad.
En un cable de un año de éstos.


Declaración
Gerardo Cornejo Murrieta

¡¿Culpable?!... pues… sí, verá:
Su pelo era negro y muy largo, por eso digo que era como la noche; sus ojos muy grandes y oscuros, por eso digo que eran como estanques interiores; su mirada imantaba la de los hombres, por eso digo que era como culebra hipnótica, como frío vaho que me atrajo al abismo…
Su… su voz era como vidriosa, por eso digo que se quebró entre mis manos; su vida como un veneno azogado, por eso digo, Señor de Ley, que se me chorreó entre los dedos cuando la estrangulé junto al río.

Flor roja
Hugo Carlos Martínez Téllez

El combatiente alcanzó a sonreír, satisfecho, antes que las balas del terror lo aplastaran contra esa tierra ya empapada en sangre nueva, en sangre vieja, en sangre…
Muchos años después, un niño pasó por aquel sitio y cortó una flor roja… muy bella, muy roja; la contempló tranquilamente durante unos minutos, la guardó después en su mochila y, tras reacomodarse el fusil al hombro, continuó su marcha.

Un pistolero del oeste
Mark Twain

A veces, Jack Slade dejaba a sus enemigos sin molestarlos durante semanas y meses, sin hablar de la ofensa ni mirarlos con sonrisa agorera. Había quienes opinaban que actuaba así para que sus víctimas se confiaran y poderlas atacar de improviso. Otros, en cambio, afirmaban que Slade hacía durar al enemigo da la misma manera que un niño hace durar el caramelo, para disfrutarlo más tiempo, saboreándolo por anticipado.


Bumerang
Dino Buzzati


Tiene la manía de que está enfermo, lo dice a todo el mundo, el rumor corre y finalmente vuelve a él. Se entera así de que está muy grave, según dicen los demás. Entonces vuelve a lanzar la noticia en un tono catastrófico. Y finalmente, amplificada de boca en boca, la noticia lo alcanza por segunda vez, como un bumerang. De este modo se entera de que está muerto.