viernes, 29 de marzo de 2013

Inmortalidad, pregúnteme cómo

¿Quién quiere vivir eternamente?

La dama de Shalott, entregándose a la muerte en el cuadro de John William Waterhouse./elmundo.es
 Algo que ya se preguntó en su momento el guitarrista Brian May al recibir el encargo de componer el tema principal de la banda sonora de 'Los inmortales' en 1986. Una cuestión metafísica y casi obsesiva a lo largo de la historia de la humanidad que ahora destinará cinco millones de dólares a estudiar si es posible o si merece la pena semejante obsesión.
El destinatario de semejante cantidad será un profesor de Filosofía de la Universidad de California Riverside, John Martin Fischer, bombardeado con todo tipo de mensajes y peticiones de curiosos desde que se corrió la voz de que le habían concedido semejante beca.
Con esos millones ya ha confirmado que no se dedicará a atender casos de fantasmas y posibles reencarnaciones, sino a identificar y dirigir a un grupo de científicos que arrojen luz sobre la cuestión, sobre si el hombre puede aspirar a la vida eterna en este mundo o en otro posterior y de si merece la pena que esa opción, con los muchos avances de la medicina, llegue algún día a cristalizar, vivir de forma indefinida.
De ser posible en un futuro plantearía la misma cuestión que se toca 'Los inmortales' a través del personaje que interpreta Christopher Lambert, si es aconsejable ver envejecer nuestro mundo mientras uno permanece joven e inmaculado durante siglos.
"Estas preguntas han sido una cuestión tradicional en la literatura humana, además de en la religión y la Filosofía durante milenios", expicó Fischer al diario 'Los Angeles Times'. El profesor cree tener los pies en el suelo ante semejante proyecto, añadiendo que espera poder progresar sobre el tema, tratar de entenderlo mejor y saber si es posible responder a todas esas preguntas.
Se trata, parece, de un científico obsesinado con la muerte, autor de dos libros sobre el tema y un hombre con un currículum importante, licenciado por la Universidad de Stanford y doctor por la Universidad de Cornell. Reconoce que le marcó y mucho la muerte de su abuelo, asesinado por los nazis y que eso le hizo alejarse de la religión para refugiarse en la Filosofía como vía de escape a todas sus preguntas.
Smith sabe que se enfrenta a una cascada de testimonios alucinantes, a presuntas experiencias sobrenaturales, casos que ya han empezado a posarse sobre su mesa. Tiene tres años para alcanzar algún tipo de conclusión o dar con la fórmula para una vida eterna, interminable.