martes, 3 de abril de 2012

La psicología del amor

Jorge Volpi conversa de literatura, así como de la necesidad de los novelistas de hablar acerca de asuntos como la violencia y el narcotráfico
Para Jorge Volpi, la literatura lograría humanizar tanto a las víctimas como a los victimarios del conflicto del narcotráfico. foto:Óscar Pérez.fuente: elespectador.com

Años de psicoanálisis para llegar a una verdad: "Soy repugnante, sí". Después del examen, lo inevitable. El cuerpo que se entrega a las aguas para transitar hacia la nada. "Eres repugnante, escucho todavía en medio de las olas". El final de una historia de amor.

Después de la comunión sólo queda el asco, más allá del amor sólo está sembrado el fastidio. Jorge Volpi se toma su tiempo para pensar su respuesta. "Creo que me gustaría ser un libro que tuviera un final feliz, o sea, como ninguno de los que escribo".

"La tejedora de sombras" acaba como tiene que acabar, con un adiós y un muerto. El final no es capricho del escritor, sino el reflejo de la historia de dos personas que después de 18 meses de trabajo de archivo, más otros tantos de escritura, acabaron convertidos en personajes: de la tragedia a la novela.

La trama parte de las vidas de Christiana Morgan, escritora, artista, devota del psicoanálisis y amante de Henry Murray, engranaje vital de la Clínica Psicoanalítica de Harvard, entre otras cosas. Ambos fueron pacientes y discípulos de Carl Jung, por allá en los albores del inconsciente.

El personaje de Christiana le permite hablar de la individualidad. ¿Por qué le interesaba explorar esto?

La pretensión máxima de Jung es llegar a la individuación, a verdaderamente conocerse a uno mismo a través de este proceso de exploración interna psíquica, al que ahora llamamos psicoanálisis. Lo que Christiana y Murray pretenden es romper este proceso de individuación, comenzando por el nombre, para convertirlo en un proceso ad hoc, uno de exploración mutua absoluta con otro. La pregunta es: ¿eso es posible?

¿Es posible conciliar la búsqueda del conocimiento absoluto y, por lo tanto, la de la libertad individual que entraña, con entregarse por completo a otra persona?

Me parecía que esa pregunta era, de alguna manera, la gran pregunta que está permeando toda la historia del amor romántico en Occidente, y que con ellos termina dándose una respuesta, una negativa: parece que sí es imposible.

¿Qué le llamó la atención del mundo psicológico de sus personajes?

Ella y sus contradicciones. Me pareció que había encontrado una mujer que, en algún sentido, también representa a muchas de las mujeres que vivieron en su época, pero dotada de esta enorme cantidad de contradicciones. Por un lado, una mujer de clase media/alta que debió haber seguido una vida tradicional, pero que se rebela desde muy niña contra eso. Una mujer que busca convertirse en una profesional del arte, pero que termina casi abandonándolo. Una mujer que se casa y decide nunca dejar a su esposo, pero que emprende una relación, en busca del amor absoluto, con su amante. Una mujer que detesta muchas de las restricciones masculinas de su mundo, pero que no deja de cumplirlas en muchas de las tareas que emprende. Fascinada por el psicoanálisis, pero al mismo tiempo inmiscuyéndose en este mundo mental que parece más una religión.

El libro es una novela de amor que sucede en el cerebro de los personajes. Lejos del almíbar de la adolescencia, sin "ojos aterciopelados y demás gestos admirables", como reza el poema, la pasión de los amantes se nutre del fuego de descubrir quiénes son mediante el uso, casi místico, del psicoanálisis. Es una exploración metódica, conjunta, por el fondo del "yo" que termina por amarrar a dos amantes en contra de la norma social y los deseos de los otros. No es una telenovela. Es la vida real.

"¿Qué nos ata, qué nos prefigura, qué nos martiriza, qué nos aprisiona, qué nos exhibe, qué nos delata, contra qué debemos alzarnos, qué debemos aceptar calladamente, qué endiablada carga hemos de soportar hasta la tumba?" Las preguntas correctas para empuñar un arma y disparar, contra el otro o contra uno mismo: contra todos. Las acuarelas son el vehículo de Christiana para explorar la abismal profundidad de su inconsciente. En frente se halla un Carl Jung, fascinado por esos dibujos en los que, afirma, se encuentra la verdadera esencia del yo, la última verdad. La llama inspiración, le exige ser musa. La ata a su búsqueda como faro en medio de la noche, el último resplandor cuando todas las demás luces se han extinguido.

Henry la desea por las mismas razones, porque es una criatura hecha para alimentar el cerebro de los grandes hombres, dice, porque con ella el ser tiene cierta estructura y los días están hechos de una materia más rica que las horas y los minutos.

¿En qué momento supo que esta historia sería su próxima novela?

Esta fue una historia que me vino como adicional mientras leía para escribir 'No será la tierra' (2006) y ahí encontré información sobre la 'Díada', esta relación entre amantes de 42 años entre Henry Murray, de quien se sabía ya que era un psicólogo importante que había colaborado con la CIA, y Christiana Morgan. En cierto momento comencé a buscar más información, pero aún sin saber si era sólo por curiosidad o para escribir algo sobre ellos. Fue ahí cuando solicité ser investigador visitante en Harvard y estuve yendo a consultar los archivos. En una biblioteca me dieron los cuadernos de visiones de Christiana que se conservan en ese lugar. En ellos, después de cada sesión, ella volvía a su hotel y escribía lo que Jung le decía. Esto era como estar en una sesión con él. Esta terapia no la ayudó en nada y, al contrario, terminó condenándola a esta vida que resulta tan trágica.

Juntos, Christiana y Henry emprenden un camino sin retorno en el que se pierden en ensoñaciones diurnas inducidas mediante el trance, y, bajo los principios del psicoanálisis, intentan encontrar la ruta hacia el autoconocimiento, una suerte de libertad ulterior, lejos del afán de los hombres, el matrimonio y las construcciones sociales.

Pero la ruta que eligen es sinuosa, y en medio del viaje, toman una curva que, en últimas, los lleva lejos de cada uno y a ella la envía directo hacia la perdición, muy cerca de la psicosis. Todo amor es una ruptura y el pleno conocimiento del otro es el final de todo porque, como dice el filósofo, "el infierno son los otros".

Cambiando de tema. ¿Le interesa hacer algún día un trabajo de ficción acerca del narcotráfico?

Es uno de los temas centrales en la literatura mexicana de hoy. Después de haber vivido estos últimos cuatro años y medio en México, en los cuales hemos visto el nacimiento de la violencia del narco, esto termina por marcar a cualquiera: el ver la transformación de un país para mal. No está entre mis planes inmediatos en lo absoluto. Pero sí me gustaría, en el futuro, ofrecer una perspectiva acerca de lo que he tenido que presenciar en México en estos años.

En Colombia hay un debate acerca de si ya ha llegado la hora de dejar de hablar del conflicto. ¿Qué piensa de esto?

Yo creo que el arte sí puede ofrecer una narrativa del conflicto. La tarea de un novelista, de una obra de ficción, no es la misma que la de un historiador o un periodista; estos interpretan los hechos, pero tienen que ceñirse a las fuentes y a los hechos mismos. Pero la ficción hace otra cosa. Es la única que es capaz de imaginar la vida interna de quienes sufren un conflicto como este. Conocemos muchos momentos históricos más por la ficción que por la descripción detallada de la historia o el periodismo. La invasión de las tropas napoleónicas a Rusia está mucho más claramente plasmada en nuestra mente por "Guerra y paz" de Tolstoi, que por haber leído libros de historia al respecto.

¿La ficción como narrativa para las víctimas, entonces?

Claro, y también para los victimarios. El problema de cómo ha sido afrontado el combate al narcotráfico en buena medida en la historia colombiana, y como se está haciendo hoy en día en México, es esta idea de que se trata de una guerra y que, por lo tanto, hay buenos y malos y que por eso hay que vencer a los malos a toda costa. Es el discurso del gobierno mexicano, calcado del discurso uribista, y esto provoca la deshumanización de las víctimas y de los victimarios. Tenemos que saber también por qué todos estos hombres se convierten en sicarios, guerrilleros, asesinos a sueldo o en narcotraficantes. ¿Qué es lo que está ocurriendo en la sociedad para llevar a la duplicación de los verdugos, no sólo de las víctimas? La literatura tiene la capacidad de hablar de ciertas cosas de manera elusiva. Como decía Borges, en un relato del mundo árabe no tiene que haber camellos. A veces uno puede terminar por hablar sobre la condición humana, en general y eso puede servir para interpretar cómo se están comportando las personas en otras circunstancias.