viernes, 13 de abril de 2012

100 años leyendo a Rafael Pombo

Se cumple un siglo de la muerte del poeta con el que todos los colombianos crecimos. En homenaje al hombre que puso en nuestras bocas las historias de una viejecita sin nadita que comer y de un renacuajo muy tieso y muy majo, aquí está su vida, contada por la mujer que más sabe de él: Beatriz Helena Robledo, autora del libro Rafael Pombo: la vida de un poeta
Es curioso que un hombre que fue tan popular, haya caído en el olvido y sólo se le recuerde por sus versos infantiles. foto: Nicolás Cadena Arciniegas. fuente:revistacredencial.com



Rin Rin Renacuajo, La pobre viejecita, Simón el Bobito, Mirringa Mirronga y El gato bandido hacen parte del repertorio de la infancia de cualquier colombiano. Todos saben que son de Rafael Pombo y algunos se atreven a preguntar ―no sin cierto recelo― si es cierto lo que dicen por ahí, que estos poemas existían en inglés y que Pombo los copió.Otros, menos numerosos, y que por lo general pasan de los cincuenta años, se acuerdan de un poema blasfemo y angustioso en el que Pombo le reclama a Dios por la existencia, se pregunta por el sentido de esta vida y se siente agobiado viendo pasar la gente en tumultos delante de sus ojos. Se trata de La hora de tinieblas que empieza: “¡Oh qué misterio espantoso/es este de la existencia!/¡Revélame algo conciencia!/¡Háblame Dios poderoso!”.

Quizás algunos escritores y estudiosos de la literatura colombiana logran nombrar unos cuantos poemas románticos de Pombo, como Noche de diciembre, Elvira Tracy, De noche y Preludio de primavera, que dentro de la historia literaria ocupan el lugar que les corresponde como poesía romántica de finales del siglo XIX.

Esto es, en términos generales, lo que un gran número de colombianos sabe de Rafael Pombo. Ahora, al cumplirse cien años de la muerte del poeta, se despierta su memoria y descubrimos un ser multifacético, complejo y con un legado mucho mayor del que conocemos. Rafael Pombo, además de poeta, fue diplomático, pedagogo, impulsor del arte y la cultura (lo que hoy en día se llama un gestor cultural), crítico de arte y literatura, músico, excelente traductor, periodista, homeópata y escritor de versos de circunstancia.

Es curioso que un hombre que fue tan popular, haya caído en el olvido de tal manera que sólo se le recuerde por sus versos infantiles. El prólogo a la edición de algunas de sus fábulas y verdades, fechado en 1893, da cuenta de su popularidad: "Pombo no es sólo el hijo mimado de las Musas, sino también el poeta predilecto de sus conciudadanos, el que anda en lengua de todos. Hablad con cualquiera de versos de amores y os recitará alguna estrofa de Edda o de Siempre; de elegías, y responderá algo de Elvira Tracy o A la muerte de Don Antonio Ospina; de baile nacional y os dirá una copla de El Bambuco o El Torbellino; de furioso despecho, a lo Job, y ahí sonará La hora de tinieblas; aunque inédita por su autor; de damas agraviadas y al punto sale a vengarlas La copa de vino; de médicos charlatanes y les aplican el de Doña Pánfaga; llegad de noche a un pueblo no conocido y el compañero de viaje os recordará La casa del cura; id al Niágara, recorred a Broadway en Nueva York y vuestra guía será la musa de Pombo; tratad de traducciones y saldrá a relucir El puente de los suspiros, o el Acuérdate de mí de Musset; nombradle a otro cualquier héroe de la Gran Colombia, y él lo ha cantado; y así de lo demás."

Su personalidad: planta exótica

Si tuviéramos que definirlo diríamos que era un hombre nervioso, apasionado, con una extrema sensibilidad, sobre todo hacia las artes, angustiado por los asuntos trascendentes de la vida, la muerte, el amor, Dios, la naturaleza… Un romántico que padecía la conciencia permanente de la vida. Este temperamento le produjo una úlcera que devino en cáncer y que logró curar gracias a la homeopatía a la cual adhirió en sus últimos años, hasta el punto de hacerse miembro de la Sociedad Homeopática Colombiana, redactar su periódico y poner un busto de Hanneman, el padre de esta disciplina, a la entrada de su cuarto.

Sintió siempre una profunda necesidad de expresarlo todo a través de la poesía y tuvo muy clara la diferencia entre la poesía de verdad y la versificación. Hacía uso de ambas según el motivo, el estado anímico y el fin de su poesía. Esta afición le trajo muchas críticas y burlas en una Bogotá que rechazaba todo lo que se salía de los límites de las convenciones: “Contra cuanto yo propongo tienen un argumento incontrastable: que yo hago versos…” (Romero: 1974, pág. 73).

Ángel Cuervo le insiste en que se vaya a París y lo anima a concluir los negocios pendientes: “…nada más natural que una persona como ud. salga de una parte donde es planta exótica. Ud. no es hecho para vivir en Bogotá”(Romero: 1974, pág. 73).

Como buen poeta, su vida y su obra van de la mano.Desde pequeño mostró su habilidad para el manejodel lenguaje, su interés por la poesía y su amor por las letras. Copiaba poemas enteros y creaba otros en cuadernos que con pompa titulaba: El Panteón literario: gustos, lectores, poemas y traducciones.

De joven leyó a Lord Byron y escribió poemas de un romanticismo exaltado. De esa época ―cuando aún no había cumplido los veinte años― es Edda, un extenso y bello poema dramático cuya protagonista es una mujer que firma estos versos y los publica. Fueron muchas las mujeres que se aprendieron los poemas de Edda y se sintieron interpretadas en su sentimiento y pasión. Muchos años después se descubre que Edda era Rafael.


Su padre lo obligó a estudiar en el colegio militar y se graduó como ingeniero civil. Y aunque nunca ejerció la profesión, le otorgó a sus estudios de matemáticas una influencia en su manera de escribir: “…Lo que mi generoso crítico Samper llama fuerza, vigor, verdad, etc., en mis versos, no es sino la disciplina que las matemáticas dejan en la razón. Para un ingeniero civil, aún tan rebelde como yo en su oficio, hacer unos versos es resolver un problema de expresión…” (Romero: 1983, pág. 28).

Al estallar la guerra de 1854 contra el general José María Melo, Pombo se alista junto con otros jóvenes bogotanos en el ejército del sur como ayudante de campo del general París, y concurrió a las batallas de Bosa y Tres Esquinas y a la toma de Bogotá. De esta participación en la guerra, Pombo se sintió siempre orgulloso, tanto por su temperamento romántico como por la defensa que hizo de sus convicciones políticas y patrióticas. Él mismo le atribuye a su valiente y serena participación en la defensa de Bogotá, su nombramiento como secretario de la legación en Estados Unidos por parte del general Pedro Alcántara Herrán.

Como diplomático, Pombo realizó una importante labor en defensa de los intereses de Colombia y de los demás países que se oponían a la intención expansionista de los Estados Unidos. Se declaró siempre antiimperialista y panamericanista. De ello da prueba su testimonio en un escrito autobiográfico como muchos poemas ‘antiyanquis’. Logró ejercer influencias reales en los destinos de la patria gracias a sus editoriales en varios periódicos de Estados Unidos, como el Herald y el New York Times.

Durante los diecisiete años que estuvo en Nueva York, además de su labor diplomática que ejerció por once años, Pombo frecuentó los espectáculos culturales, tuvo acceso a la lectura de muchos autores desconocidos para sus compatriotas, cultivó la música como aprendiz y melómano, se relacionó con escritores y críticos de la época como William Cullen Bryant, quien le publica traducciones y poemas originales; se puso en comunicación con dos de los poetas más reconocidos de entonces: Ralph Waldo Emerson y Henry Wadsworth Longfellow… Su fama y reconocimiento crecieron y se le consideraba uno de los primeros poetas latinoamericanos del momento.

Al quedarse sin trabajo como secretario de la Legación, Pombo es contratado por la editorial Appleton para traducir varios libros de poesía. En vez de limitarse a traducir, Pombo recrea las diferentes piezas y las transforma en auténticas creaciones, pone su sello personal: humor, gracia, picardía, imaginación y logra transformar un género didáctico en poético. Debido al uso de las fuentes inglesas y norteamericanas, Pombo se ganó durante varias épocas el calificativo de plagiario. Esto, desde todo punto de vista es injusto, y evidencia un desconocimiento de su trayectoria.Al respecto dice Héctor Orjuela: “Los rumores de plagio que han corrido respecto a temas y asuntos presentes en sus cuentos y fábulas son, como ya se ha afirmado, carentes de fundamento, y el mismo Pombo se hubiera sorprendido al enterarse de estas acusaciones pues nunca intentó ocultar que algunas de sus composiciones infantiles provenían de popularísimos ritmos y melodías inglesas y norteamericanas” (Orjuela: 1975, pág. 277).

Cinco se llaman vocales, consonantes las demás


Su estudio de la fábula lo llevó a interesarse por la educación de los niños. Este interés se manifiesta de diversasmaneras: una es escribiendo un libro con más de ciento sesenta fábulas, algunas de las cuales se publican en Bogotá años después. Pombo recrea, transforma, inventa apartir de la lectura de fabulistas antiguos y modernos, poniendo su ingenio y su humor al servicio de los niños. Otra contribución que hace a la pedagogía es la cartilla con diferentes alfabetos para enseñar a los niños el abecedario pero en verso. Son cinco alfabetos diferentes, unos más graciosos que otros, reunidos bajo el título: Unnuevo método de lectura, en cuyo prólogo presenta su invento como algo novedoso y original, producto de la observación del carácter de los niños. Está convencido de las bondades del ritmo y la rima para facilitar la memoria y de la atracción que tienen los niños por los versos, los cuales repiten con placer hasta quese graban en la memoria: “Letras son las mudas que hablan;/almas pintadas que vuelan/las que al ausente consuelan/llevándole un corazón”. O: “Contiene el abecedario/veintinueve, de las cuales/cinco se llaman vocales,/consonantes las demás”.


En 1872 Pombo regresa a Bogotá con un puesto en la Oficina de Instrucción Pública, lo que le permite seguirdesarrollando su interés por la pedagogía. Se hace cargo de la edición del periódico La Escuela Normal, el cual llegaa todas las instituciones educativas del país. Desde allí difunde los estudios que hizo en Estados Unidos sobre la educación y traduce textos útiles para la formación de las nuevas generaciones.

Siestas, cartuchos y demás

La contribución que hace Pombo a la cultura de la ciudad no es menor. Al regresar encuentra la ciudad pobre, oscura, y atrasada. Se sueña con una Bogotá cultivada en la música, la pintura y la literatura. Trata de incidir en este desarrollo tanto a través de su gestión como de su opinión en la prensa. Son numerosos los artículos ―dispersos aún― que publica en diferentes periódicos y que demuestran su postura como un intelectual comprometido con los destinos de su gente. Hizo hasta lo imposible por impulsar la creación de una Escuela de Bellas Artes que diera la posibilidad de formar a las nuevas generaciones. Redacta una ley en la que propone “la creación de un instituto para el fomento y cultivo de la pintura, grabado, música, arquitectura y escultura, el cual tendrá el nombre de Academia Vásquez en homenaje al antiguo pintor nacional Gregorio Vásquez Arce i Ceballos. …” (La Escuela Normal: 1873, p. 183).

Tienen que pasar varios años y muchos intentos hasta lograr hacer realidad el sueño. Finalmente, en 1886 se logra la creación de la Escuela de Bellas Artes de Colombia, cuyo primer director fue Alberto Urdaneta, quien había luchado junto con Pombo por la creación de espacios para la formación de los jóvenes artistas. Este mismo año se realiza la I Exposición anual de Bellas Artes en la que se exhibe el patrimonio artístico colombiano.

Imagénes originales de la primera edición de La pobre viejecita.

La misma pasión que sentía por la pintura, la sintió Pombo por la música. Estudió piano en los Estados Unidos y seguía de cerca a sus músicos predilectos. Demostró entusiasmo por Gottschalk, quien fue su profesor en Nueva York y a quien le dedicó más de un poema. En Colombia admiraba la música de José María Ponce de León, para quien escribió varias óperas, entre las que se destacan Esther y Florinda. Cuando en 1893 se inaugura el Teatro Municipal, se realizan varias presentaciones de Florinda. En una de ellas se hace un homenaje al poeta como libretista de la obra.

Convencido de que el gusto musical se educa, para la presentación de La Traviata en una temporada de ópera, prepara un folleto titulado Libreto y crítica, considerado por los estudiosos como el primer fragmento de análisis y crítica musical realizado en el país. Tiene el proyecto de fundar una Academia de gusto musical, el cual expone con lujo de detalles en la prensa. En 1876 se une al músico Jorge W. Price para revivir la Sociedad Filarmónica.
Se sentía arquitecto sin construcciones. Escribe varios artículos relacionados con algunas de las obras de la ciudad, como el capitolio, la catedral y los balcones coloniales, dando su opinión, haciendo críticas sustentadas por el conocimiento que en esta materia le dejó el estudio de la ingeniería.

Ejerció el periodismo cultural y político tanto a través de sus artículos como con la dirección de varios diario (algunos financiados de su propio bolsillo): La siesta, periódico literario que publicó con José María Vergara y Vergara; El Cartucho, periódico musical que repartía en las presentaciones de ópera; El Centro, periódico político en el que apoyó la constitución de 1886 y el centralismo, aunque se distanció de su amigo Miguel Antonio Caro por cuestiones de sectarismo.

El traductor valiente

Pombo no sólo tradujo para ganarse la vida. Lo hacía por verdadera pasión, gusto e interés por las lenguas. Traducir era para él una manera de conocer el alma humana. Nunca realizó versiones literales porque no era asunto de formas, sino de espíritu y sentimiento. Sin embargo, conocía en profundidad las formas métricas y las usaba con verdadera maestría.

Fue considerado uno de los mejores traductores de su generación. De joven tradujo el Child Harold´s, poema autobiográfico de Byron en el que el hombre romántico expresa su sinsentido frente a la vida. Luego bebió de otras fuentes menos exaltadas como Longfellow y Bryant, de quienes aprendió el goce por la naturaleza.



Hizo versiones de poemas de otros románticos ingleses como Wordsworth, Hannah More y Thomas Hood. También realizó traducciones del francés, el alemán, el italiano y el portugués. Por su versión de las Odas de Horacio obtuvo reconocimiento y elogios de Don Marcelino Menéndez y Pelayo, quien se refirió a estas así: “No las hay más valientes y atrevidas en nuestra lengua” (Orjuela: 1975, pág. 334).

Y fue quizás por su manía de hacer versos que algunos de sus contemporáneos empezaron a criticarlo y a hacerle burlas hasta el punto de que unos periodistas amigos deciden promover un acto de desagravio, el cual concluyó en el acto de Coronación llevado en el Teatro Colón de Bogotá, el 20 de agosto de 1905.

Este curioso desagravio significó para Pombo casi su acta de defunción. Pasó sus últimos siete años en cama escribiendo, recibiendo visitas, recordando su vida con la lucidez que siempre lo acompañó. Murió el 6 de mayo de 1912 a la edad de 79 años y con el deseo de que una mujer cantara en su tumba: “Yo quiero oír al borde de mi tumba/de una mujer amada una canción./¡Con qué inmensa emoción voluptuosa/Veré cerrar las puertas de la vida!/¡Qué dulce así será mi despedida!/¡Qué puro callará mi corazón!”.

¿Cómo lo ve la crítica?

Es difícil hallar a un colombiano que no se sepa de memoria al menos unos cuantos versos de Pombo. Sin embargo, vale la pena preguntarse: ¿fue realmente un buen poeta? Margarita Valencia, editora, crítica y traductora, responde: “Aunque a mí no me conmueve, sin duda lo fue”. Darío Jaramillo Agudelo, desde su condición de poeta, dice: “Él era el poeta más conocido de los bogotanos y hay cientos de páginas con versos a matrimonios, bautizos, cumpleaños, y etcétera de todas las damitas bogotanas. Era una época en que la poesía era una forma de intercambio social y Pombo era el redactor de los versos”. Y Luis H. Aristizábal, escritor y también crítico, añade: “Fue uno de los grandes poetas del siglo XIX en lengua castellana”. Por su parte, Gabriel Hurtado, uno de los hombres que más sabe de literatura en el país, dice: “Era un buen poeta, y lo era principalmente por su poesía infantil. Sin embargo, desconocer su talento, o subestimarlo sólo a eso, sería una tontería, pues su obra existencialista y romántica tiene una gran importancia”.


Y no son pocos los que lo admiran más por sus obras ‘para adultos’ que por sus famosos poemas infantiles. Aristizábal, por ejemplo, dice: “Lo que más me gusta en la obra de Pombo es lo menos conocido. Sus poemas ‘adultos’ son no solamente mejores sino mucho más importantes que los infantiles. No sé si consciente o inconscientemente, el ‘pensamiento correcto’ aisló al poeta ateo o agnóstico del conocimiento público: les enseñaron a los niños los poemas infantiles y en adelante el resto fue olvidado”.

Si el Pombo para niños está cargado de humor y dulces figuras, el otro Pombo alcanza a ser apóstata y oscuro. Por ejemplo, en La hora de las tinieblas le hace una serie de preguntas a un Dios que jamás le responde: “¿Por qué estoy en donde estoy/con esta vida que tengo/sin saber de dónde vengo/sin saber a dónde voy”. Y en Noche de diciembre llega a ser, si se quiere, hasta erótico: “¡Rito imponente! Ahuyéntase el pecado/y hasta su sombra. El rayo de esta luz/te transfigura en ángel. Nuestra dicha/Toca al fin su solemne plenitud”.

Rafael Pombo no sólo es grande por los poemas de infancia que todos recordamos. También lo es por esa obra más bien desconocida, a veces existencialista (y sin duda fascinante) que sigue esperando lectores.

Los Pombo: ¡qué familia!


Imagen tomada en 1933 a algunos familiares de Pombo.

Rafael no fue el único poeta de la familia. Su tío, Manuel, también lo fue, así como su sobrino Jorge. Este último murió apenas una semana después que el gran Rafael Pombo, debido a la pulmonía que adquirió durante los funerales del autor de Rin Rin Renacuajo.

Rafael no tuvo hijos, pero sus hermanos Fidel, Feliza y Manuel sí. De ahí viene una descendencia que, si bien no ha sido inmensa, ha dado para que la sangre del poeta llegue hasta nuestros días. Se sabe que una rama de la familia se fue a vivir a Argentina y creó allí una Fundación Pombo.

Entre los descendientes del poeta se destacan hoy Roberto Pombo, director de El Tiempo; Roberto Junguito Pombo, presidente de Cerrejón, y Jorge Reynolds Pombo, inventor del primer marcapasos artificial externo con electrodos internos.

Roberto Junguito Pombo el gerente, Roberto Pombo el periodista y Jorge Reynolds Pombo, el científico.